HACER PAN COMO TERAPIA CONTRA LA DEPRESIÓN

¿Te sentís deprimido? ¿Alicaído? ¿En proceso de bajón? Es probable que necesites ayuda psicológica profesional. Pero antes de darte a la paroxetina quizá podrías probar una fórmula más simple, barata y gratificante: ponerte a hacer pan. No es que la harina y el agua tengan propiedades mágicas y te vayan a curar de golpe y porrazo, pero trabajarlas sí puede paliar los efectos de la depresión. Al menos eso es lo que dice un informe de la organización Sustain que se acaba de publicar en el Reino Unido.

El prólogo del estudio Rising up, escrito por John Whaite, el panadero ganador del concurso de la BBC The Great British Bake Off 2012, explica bastante bien de qué se trata. El mismo John tiene tendencia a la depresión y cuenta que hacer pan es una de las cosas que más le ayudan a salir de ese bucle, que empieza con un día en el que no tenés ganas de nada y termina en el más profundo de los agujeros emocionales. «Hay algo del proceso de la meditación en hacer pan», explica, para después describir el horneado como «una forma de Prozac sin pastillas».

El informe afirma que la depresión es sólo el más común de los problemas de salud mentales para los que ejercer de panadero es beneficioso. También ayuda a afectados de síndrome de Down o autismo, ex militares con traumas por haber estado en el frente y personas que han vivido otras situaciones igualmente complicadas no relacionadas directamente con la salud mental, como las víctimas de violencia machista o los que intentan salir de una adicción a las drogas o el alcohol.

Según Rising up, el proceso de hacer pan es accesible, mejora la salud y el bienestar –para un celíaco no hay nada mejor que ser capaz de producir su propio pan– y refuerza las relaciones personales, ya que los excedentes de producción se pueden regalar a amigos y vecinos. Para la acción que llevó a cabo para conseguir datos para su estudio, Sustain tuvo como cómplices distintas panaderías del Reino Unido, que se ofrecieron a hacer talleres y clases de técnicas de amasado en la que pacientes y terapeutas compartieron horas de harina, levado y amasado. Pasado el tiempo, la asociación encuestó a 84 de ellos (54 pacientes y 30 terapeutas) sobre la experiencia, y los resultados fueron más que positivos: un 88% afirmó que el proceso les había ayudado a sentirse realizados, un 87% se habían sentido más felices y un 73% afirmaron sentirse más calmados y relajados, además de otros notables beneficios como sensación de independencia y trabajo en equipo.

Txema Pascual, de la panadería española Artepan, encuentra terapéutica su relación con las masas (a pesar de que la suya es laboral, que ya tiene mérito). «La parte que mejor me hace sentir de todo el proceso es dar forma a los diferentes tipos de barras», cuenta. «En general hemos perdido el sentido del tacto por falta de uso, y tocando la masa y trabajando con una materia prima que muta, como la harina, lo siento muy vivo. Las masas te hablan a través de las manos, pidiendo más o menos fuerza y que las trates de una determinada manera». Txema, que ha organizado algún taller para chicos con discapacidad intelectual de una escuela cercana a su obrador, afirma que tiene otros efectos colaterales, como «despertar el olfato con el mundo mágico de la fermentación y, por supuesto, con la cocción. Además formando las barras, algo que se suele hacer con otro panadero, se crea mucha camaradería».

Para que la panadería casera no acabe haciendo el efecto contrario y generando estrés porque la masa madre no sobrevive ni dos minutos o el pan no leva, Txema apunta a la necesidad de ser conscientes de la condición de primerizos y optar por algo sencillito.»La persona que se enfrente por primera vez a este tema debe pensar que la masa lleva su proceso. Si lo respetas, se llevarán muy bien», reflexiona. «Dejale sus tiempos de reposo y dedícate mientras tanto a otras cosas, la gran mayoría de las veces los resultados son buenos. No tienes que estar mirando a tu pan, mientras fermenta, aunque bien pensado no estaría mal… no se me ocurre una cosa más hermosa».

Puede que la reducida muestra del estudio de Sustain no permita elevar sus conclusiones a la categoría de científicas. Y quizá los supuestos efectos antidepresivos de la panadería casera sean aplicables a muchas otras actividades manuales y a la vez creativas, como la cocina, la jardinería, el arte o hasta la papiroflexia. Pero cualquiera que se haya enfrentado alguna vez al desafío de elaborar pan estará de acuerdo en que este alimento tan primario es algo especial. Porque tocar una masa, manosearla, olerla, verla levar, darle forma y meterla al horno no es sólo divertido, sino extremadamente gratificante.

FUENTE: El País

IMAGEN: AINHOA GOMÀ

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