Friday 19 April 2024

HISTORIA DE LA BOTELLA DE VINO

Posiblemente alguna vez usted se haya preguntado por qué una botella de vino estándar contiene 750 cm³ y no un litro, o medio litro. La respuesta tiene distintas etapas históricas: los romanos del siglo I utilizaban la medida de 700 cm³ como la ración diaria de vino mezclado con agua que consumiría una persona promedio. Más tarde, cuando en Europa se empezó a utilizar el vidrio como contenedor de bebida (por sus características de no alterar el producto contenido) los sopladores de botellas, que trabajaban el vidrio, podían realizar sin problemas recipientes de 700 a 800 cm³. Para hacer algo de mayor volumen tenían que volver a tomar aire y el proceso se hacía más lento y engorroso.

Pero la teoría más aceptada y estudiada viene de la Europa medieval. En aquellos tiempos, la medida más aceptada para el comercio internacional era el galón inglés. Y sucede que 750 cm³ es la quinta parte de un galón. Se llegó a la conclusión que ese volumen era fácil de transportar por una persona, que cabía perfectamente alineado en grandes cantidades en las carretas de la época y que los recipientes no estorbaban el comercio. Aún así, las medidas fluctuaban entre 700 y 800 cm³. Recién en la década de 1970 las grandes potencias del mundo firmaron un tratado internacional donde se establecía como medida para el comercio de vino los 750 cm³ que todos conocemos. Luego, y por motivos de marketing o moda, aparecieron botellas de medio litro, un litro, o las magnum que llegan hasta los 10 litros o más.

En cuanto a darle una forma idéntica a todas las botellas, recién pudo ser posible cuando se comenzaron a producir a escala industrial en fábricas donde salían todas iguales. La típica que conocemos de vino tinto se llama Burdeos, es esa que posee unos “hombros” pronunciados, para que cuando la botella reposa en posición horizontal, los sedimentos queden allí depositados. El otro tipo más conocido se llama Borgoña, es de “hombros” caídos y cuello y cuerpo anchos, que es la que se utiliza para vinos blancos como el Chardonnay y para tintos que no dejan sedimentos, como el Pinot Noir. A modo de ejemplo, en la imagen que acompaña esta nota se puede observar que las primeras cuatro botellas del estante superior son del tipo Burdeos y las que le siguen son del tipo Borgoña.

La botella de vino debe su color verdoso, al igual que su forma, a la intención de proteger el líquido lo mejor posible durante su añejamiento. Considerando que el vino es fotosensible (o sea que lo afecta la luz), luego de diversos estudios y pruebas se detectó que el color de vidrio verde interrumpe mejor las radiaciones ultravioletas y las violetas, dejando pasar muy poco las azules. Se entendió, entonces, que era el tono de color más apropiado. Por el mismo motivo, las botellas de vino blanco, no aptas en general para una guarda prolongada, poseen un color de vidrio blanco o transparente.

En cuanto al corcho, algunas fuentes citan a los romanos como los precursores de su utilización, mientras que otras se lo adjudican mucho tiempo después a Dom Perignon. Como fuere, lo cierto es que las botellas se tapaban hasta el siglo XVII con tacos de madera envueltos en fibras aceitadas, lo cual era bastante precario. Cuando el citado monje comenzó con sus estudios sobre como tapar firmemente sus botellas de champagne, descubrió el corcho de alcornoque, tal como lo conocemos hoy. En este caso, Portugal y España son los principales productores a nivel mundial, debido a la gran cantidad de bosques de alcornoque que poseen.

La historia de la cápsula de las botellas (esa especie de aleación que recubre el corcho), comienza en Europa alrededor de 1760. A la corte de Viena llegaban los ya famosos vinos franceses transportados en barricas, los cuales eran consumidos por el rey y sus cortesanos, y el remanente era colocado en botellas de vidrio. Aquí comenzaban los problemas. Los encargados de guardar y administrar los vinos del soberano solían beber de los mismos, para luego rellenar las botellas con agua y vino de inferior calidad o directamente desecharlas. Entonces, en 1761, el rey decidió colocarles el sello real a todas las botellas, para lo cual se lacraban y se marcaban con su insignia, hasta el momento de ser utilizadas en los banquetes. Ese fue el inicio de la cápsula, que adoptó una forma más actual en 1789, cuando un húngaro creó la primera de estaño.

Y ya que estamos con tanta historia, le dejo una más, de yapa. ¿Sabe usted por qué las “tapas” españolas se llaman así? Por si acaso, le aclaro que las tapas españolas, son en la gastronomía chic lo que sería para nosotros una picada. Sucede que es mucho más fino decir “voy a hacer un evento y contrataré un chef para que haga unas tapas”, a decir “voy a hacer un evento y contrataré un chef para que sirva una picadita”.

Como sea, las tapas españolas nacieron en la época de los Reyes Católicos, cuando éstos iban hacia la ciudad de Cádiz y en el camino pararon en una taberna. Era verano y el lugar estaba lleno de moscas. Cuando Fernando II le pidió al cantinero un vaso de vino, no había llegado aún a su mesa y el vaso ya estaba colmado de insectos. Por supuesto que no lo aceptó y pidió que se lo cambien. Lo mismo sucedió dos veces más hasta que, cansado de perder vino, el cantinero decidió cortar una longa de jamón y colocarlo sobre el nuevo vaso. Se acercó y le dijo: “aquí está su vaso de vino con una tapa, majestad”. Finalmente, Fernando II tomó su vino y comió su tapa, lo cual se transformó rápidamente en una costumbre en todas las tabernas españolas… a causa de las moscas.

FUENTE: Agencia de noticias Bariloche

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